Cuando Richard Ford se pregunta por qué nos gusta tanto Chejov, afirma que sus relatos no parecen, por su lenguaje formal y directo, ni siquiera ingeniosos, pero se da prisa en matizar que esa sería una falsa impresión, puesto que la laboriosa descripción, paso a paso, de una constelación a ras de suelo de la existencia común y corriente, convierte a cada relato en un movimiento sutilmente diferenciado dentro de un único y prolongado gesto de la vida establecida. Si nos cruzásemos cada día por la calle con alguno de los personajes de Emmanuel Carrère, no repararíamos en ellos más allá de un saludo cotidiano. Nada en ellos, sean reales o ficticios, sugiere peculiaridad alguna a simple vista. Pero yo también me doy prisa en matizar que esconden todos ellos una historia insondable y que hay que salir a buscarla, porque debe ser contada. La clave está en cómo hacerlo. Cómo ralentizar ese movimiento sutilmente diferenciado al que se refería Ford para tirar del hilo que lo cambia todo. En ello radica uno de los mayores méritos de Carrère, en mi opinión, su desmesurado interés por comprender, su generosidad en la entrega a la causa abierta en cada uno de sus libros, su valentía al tirar del hilo por las zonas oscuras del comportamiento humano, incluido el suyo.

Pocos escritores del momento generan la expectativa lectora de enfrentarse a lo inesperado, a lo sorprendente, a lo inusual como hace Emmanuel Carrère en un libro tras otro. Yoga, su última novela publicada, fue el libro estrella de inicio de temporada el año pasado en Francia. Lo fue, en parte, por su contenido, ya que explica cómo pasó de frecuentar retiros de meditación a ser internado en un psiquiátrico, pero también por las quejas de su exmujer, que le acusó de incumplir el contrato de divorcio que le impide citarla en sus libros. Quizá los líos en los que se mete Carrère sean tan antiguos como los resbalones en esa delgada línea roja que separa realidad y ficción. Emmanuel Carrére, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2021, merodea a un lado y a otro con la marcada base autobiográfica de una escritura que no deja de ser ficción. Narrarse a uno mismo es uno de los grandes motivos que nos puede llevar a escribir, pero al hacerlo contamos también al otro. Al mundo. Carrére parece sentirse cómodo en esa tensión creativa entre la exploración del yo y la exploración del mundo exterior, en esa correspondencia, en esa pequeña constelación de ecos cotidianos entre el yo y lo que no soy yo. Y se le intuye identificado con su poderoso dominio de ese híbrido que es la no-ficción, donde se ha hecho con una fórmula personal y difícilmente imitable, basada en una compleja amalgama de reportaje, crónica y biografía. Ya son icónicos títulos como De vidas ajenas, El adversario, Una novela rusa, Limónov o El Reino, publicados por Anagrama en traducción de Jaime Zulaika.

Precisamente Yoga, su última novela, lleva a la máxima expresión lo que podríamos llamar una autobiografía psíquica in crescendo desde libros anteriores. Libros formados por elementos muy diversos que normalmente no deberían estar juntos. Elementos autobiográficos, caóticos, en crisis. Pero esa idea parece ser una especie de credo del escritor. Si hay dos cosas que no tienen motivos para ir juntas, él las une, quizá no tanto por desafío como por una experiencia vital conformada por la confluencia de elementos un poco disparatados. Por ejemplo, la práctica del yoga y el impacto del terrorismo. El internamiento en un psiquiátrico y la estancia en la isla de Leros, donde ayudó a jóvenes inmigrantes. Todo confluye como parte de la misma experiencia humana. Y de eso tratan sus libros, de la experiencia humana, la propia y la ajena, cuyo dilema moral acerca de lo que se cuenta o no, hasta dónde se debe llegar dedicándose a escribir sobre otros, le persigue dentro y fuera de la literatura.

Por cierto, no hace mucho publicó en la revista LÒbs un reportaje sobre la paidopsiquiatría (enfermedades mentales específicas de la infancia) y las víctimas de pedofilia. También toma nota de las sesiones del Palacio de Justicia sobre el ataque terrorista más grave de la historia de Francia y que publicará en entregas próximamente El País. Algo se trae de nuevo entre manos.