El tono indignado es casi inevitable cuando se trata de denunciar una situación de agravio o de injusticia, pero escandalizarse y gestualizar la indignación no deja de tener un aire histriónico que por repetido en diferentes situaciones y con los mismos actores puede provocar cierto hastío y una creciente desconfianza. Algo así parece haber pensado Andrés Neuman ( Buenos Aires, 1977) cuando se planteó escribir un libro que reivindicase las imperfecciones físicas y la construcción de cierto paradigma alternativo de la belleza. Para ello, para ir a contracorriente, necesitaba ir acompañado de mucho sentido del humor y de cierto reconocimiento de las vulnerabilidades del cuerpo de cada cual: «He procurado que hubiera un tono de sátira permanente. Y precisamente porque el trasfondo es serio, y te diría que hasta muy político, me interesaba utilizar el sentido del humor. Lo único que sabía que no quería desde el principio es un libro que dijera: !Qué barbaridad!, ¿Qué nos estáis haciendo?. No quería escandalizarme, quería jugar a otra cosa».
Anatomía sensible podía haber sido escrito en tono de denuncia sacando el dedito moral en tiempos dominados por la cultural del Photoshop y el canon de belleza impuesto por las grandes empresas de cosmética, pero quizá no fuera una postura demasiado inteligente, ya que el propio estado de la cuestión precisa, en cierto modo, de esas voces a la contra para legitimarse. Neuman, en cambio, activa un mecanismo de combate con una una estética desmitificadora del cuerpo generada desde la perplejidad y el asombro que produce el cuerpo propio y ajeno. Una estética impregnada de humor y de ironía que combate la lógica perversa de la perfección física poetizando ciertas partes o estados indeseables del cuerpo. Un elogio a la contra, una celebración de la cana, un guiño a los kilos de más, un aplauso a la pata de gallo, una fascinación por la estría.
Esa especie de retoque compulsivo y pose digital permanente en la que empieza a convertirse nuestra vida cotidiana, al menos la de muchas personas, tiene consecuencias preocupantes para Neuman al menos en dos planos: uno que va más allá de lo literario o artístico y que tiene que ver con la intensificación de conflictos como la anorexia, la incapacidad de aceptación del propio cuerpo, la ansiedad respecto del peso o la dictadura de lo llamado saludable, pero también tiene consecuencias narrativas y artísticas al establecer la fotogenia como punto de partida de la imaginación.
Anatomía sensible parece obedecer al sentido básico de un espectáculo callejero, porque se puede intuir un trabajo previo del gesto cómplice para que nos interpele de forma irónica y genere una empatía. Esa es la impresión que suscita la lectura del libro, integrado, como si fueran performances, por treinta textos breves dedicados al cuerpo. Cada texto corresponde a una parte del mismo desde la que el narrador cosquillea con una lupa nuestra propia percepción del cuerpo y la relación que mantenemos con él.
Una vez lograda esa empatía, el libro propone una lectura que va más allá del ejercicio de estilo. Ya con el proyecto más o menos en la cabeza, Andrés Neuman introdujo la palabra belleza en las imágenes de Google. Entre las 100 primeras, había 98 mujeres, 97 de ellas jóvenes, de piel blanca casi todas. Luego salía una pareja heterosexual y un bebé. No había nadie que aparentara más de 40 años o que fuera asociable a otras identidades sexuales. Y ni una sola obra de arte. A Neuman le motivó la posibilidad de escribir contra estos prejuicios. La industria audiovisual reprime permanentemente la realidad del cuerpo que envejece, lo deslegitima, lo borra. Pero el prejuicio no solo está en los códigos que asociamos a la publicidad, porque el lenguaje poético tampoco es que haya hecho un gran trabajo con los cuerpos no asociados a la juventud.
La perspectiva de Neuman en Anatomía sensible consiste en trabajar con un lenguaje que desnuda, a contrapelo del canon, la imposición de un tipo de belleza y de un cuerpo perfecto asociado a la negación de la vejez: “Me gusta pensar que el tiempo va inscribiendo su estética en los cuerpos, que empiezan a ser bellos en la medida en que dialogan con esa temporalidad”, comentaba en una entrevista al poco de publicarse el libro. Un concepto de belleza que vive transformándose, como la energía, sin llegar a desaparecer.
A fin de cuentas, Anatomía sensible es un recorrido poético, político y erótico en el que todos los cuerpos son bienvenidos. Situado en una perspectiva transgeneracional, Neuman desarrolla un fetichismo en clave de zoom que incluye los pies de las personas mayores, las pieles secas, los tobillos anchos, la barriga de la madurez, las estrías, la carne blanda. Una reivindicación de nuestras imperfecciones que no denuncia sino que suma, incluye, integra una belleza alternativa. No se trata de sobreactuar un conflicto con el canon, sino de integrar la temporalidad como un valor que no tiene por qué ser causa de la deformación, el acabamiento, la fealdad. Es muy posible que un altísimo porcentaje de gente a nuestro alrededor no se vea representada en los patrones físicos imperantes ni en el imaginario público del deseo. En clave irónica, Anatomía sensible nos sitúa de algún modo frente al espejo del baño para mostrarnos de cuerpo entero frente a los clichés que hemos homologado como gusto personal. El libro propone en tono festivo una lectura muy pertinente de nuestra sensibilidad ante la belleza física, la cual, como advertimos al final, una vez cerrado el tono festivo, no sale muy bien parada al ser muchas veces fruto de una reacción que nos viene impuesta. Lo dice el propio autor en otro lugar: “Creo que las alienaciones físicas, los trastornos en la autoimagen y la compulsión de los retoques que estamos viviendo tienen mucha relación con ese sometimiento de la estética a la cosmética”. La invitación de los manuales de Photoshop a que desaparezcan los elementos indeseados de un solo trazo choca en el libro con ese imperativo de Cynthia Ozick que nos recuerda que ningún cuerpo, por impecable que sea, está por encima del cesto de la ropa sucia. Cada cuerpo tiene las huellas de su experiencia, una especie de memoria histórica a través de inscripciones íntimas y culturales que el narrador celebra sin filtros para sumar una perspectiva diferente a la reflexión feminista presente en anteriores libros, como Alumbramiento o la magnífica novela Hablar solos.

Anatomía sensible
Andrés Neuman
Páginas de Espuma, 2019
120 páginas